La humanidad ha recorrido un camino marcado por la sangre y el sufrimiento

Guerra. Conflicto. Muerte

Desigualdad. Pobreza. Desplazamiento

¿No será que ha llegado el momento de civilizarse?

La barbarie permanece; solo cambian los protagonistas.

Ni la Revolución Francesa, ni la Revolución Industrial, ni el comunismo, ni el capitalismo, ni las religiones han logrado que el ser humano se civilizara. 

Todos iniciaron con propósitos de cambio integral, pero los venció el statu quo. Toda la historia de la humanidad sigue siendo una cadena cíclica de dominadores, esclavos, imperios que se expanden y luego declinan; se producen matanzas, discriminación, desalojos. La barbarie permanece y tan solo cambian los protagonistas. Sea que el sometimiento se ejerza a través de la tecnología, de las armas, del poder económico o político, de agencias secretas, sembrando guerras, narcotráfico, enfermedades físicas y mentales, no deja de ser salvaje. Es posible que dentro de las diferentes religiones exista una reserva moral que hay frenado en parte el deterioro.

En efecto, dentro del mismo Cristianismo se han dado vigorosos intentos para evitar la debacle. Han existido personas santas, valerosas que han intentado cambiar el sistema. La Iglesia Católica misma ha conseguido grandes aciertos. Pero: ¿qué es lo que ha fallado? Definitivamente algo no funciona o está haciéndolo inadecuadamente. (o quizás no se han cumplido aún los ciclos necesarios de la creación).

Nos preguntamos si este destino de salvajismos oscilantes es el objetivo para el cual fue creado el ser humano. ¿No será que ha llegado el momento de civilizarse, ahora que la comunicación es más global? Muchas personas y comunidades piensan que la solución está en los gobiernos, en si su ideología es de izquierda o derecha. Hay una tendencia a la polarización y pocos caen en cuenta de que estas posturas son inducidas por los vendedores de armas, por los generadores de conflictos, por aquellos que lo único que desean es dar rienda suelta a la codicia, al afán de poder. La decadencia no depende tanto de los sistemas políticos de las naciones, sino que obedece a influencias de alianzas corporativas ocultas que mantienen pactos con fines no revelados, que se han fusionado para dominar y ejercer poder y que, mirando a corto plazo, lo están consiguiendo en gran manera. Pero, de una u otra forma, decaerán en algún momento, pues en el ser humano está intrínseco el sentido de justicia. Si sumamos a ello el hecho de que es ilógico construir para luego destruir, las mismas leyes naturales y la evolución del ser humano en sus niveles de consciencia harán viable que se impongan la coherencia y la civilización con sentido lógico, racional, y con la empatía social como factor predominante.

Jamás nadie conseguirá un orden mundial de desarrollo si olvida que no es suficiente con un cambio sistémico, sin enfocar el progreso y el crecimiento individual. Por consiguiente, por más alarde y beneficios que obtengan de su enorme y abusivo poder, aquellos que se encuentran actualmente en la cúpula más temprano que tarde decaerán y serán destruidos por otros. Pero debemos cortar este vaivén de que una civilización dominante se acaba para dar paso a otra peor. Esta oscilación enfermiza debe terminar y dar paso a lo bueno. Ha llegado la era de abrir las puertas a la inteligencia espiritual, de concientizar que el factor más importante de desarrollo es tener un enfoque trascendente, una consciencia cuántica universal, que nos permita mirar más allá del corto plazo, con el cual estamos enceguecidos.

Un Ciclo Sin Fin: Imperios que Caen, Destrucción que Persiste

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