El Evangelio Silencioso de María

Es posiblemente el más coherente de todos, ya que lleva pocas palabras y mucha historia de testimonios; menos palabras, más claro. Basta ver desde un inicio como en las bodas de Caná, sin que haya llegado aún la hora, pide a su hijo que transforme el vino. Posteriormente se relata su presencia cuando acompaña a su hijo hasta el mismo momento de la crucifixión, pero ninguno de los
autores de los evangelios es capaz de describir su enorme dolor, las oraciones y plegarias que debe haber elevado al Padre Celestial, no se narra el conflicto emocional enorme que debe haber tenido que observar el sufrimiento de su Hijo, contraponiéndolo con la siempre aceptación suya por fe y obediencia a la voluntad divina, postura que es indescriptible y la misma esencia de su vida.

Luego de la Presentación del Arcángel Gabriel, quien le trae saludos de Dios, ella, luego de haberse preparado desde su niñez, no rechaza el pedido de que está esperando un hijo bendito y más bien lo acepta de inmediato, con una muestra grande de fe, humildad, y obediencia, cuando dice de manera decidida “háganse en mí según tu palabra”. En otro pasaje relatado por Lucas se presentan las palabras sabias de la Magnificat. No hay que olvidar que María fue desde un inicio llena del Espíritu Santo y debe haber pronunciado muchas palabras llenas de sabiduría, a las cuales no tenemos un acceso escrito, pero sí muy visible en los testimonios del corazón.

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