Los 5 primeros pedidos
El fundador del movimiento, Yayo Stenka Romanov, no es antropólogo, economista, investigador sociopolítico, teólogo ni historiador, sino una persona que en el camino fue descubriendo verdades debido a su sentido de empatía social y a la práctica derivada de haber trabajado con jóvenes durante muchos años, tratando de explorar sus anhelos. Recibió algunas revelaciones espirituales sin ser un hombre virtuoso ni nada que se le parezca y, luego de haber creído en ellas, puso en práctica los pedidos recibidos, pues estaba convencido de que eran derivados de la divinidad. Entendió el momento que atravesaba la humanidad, vislumbró que todas las salidas que se planteaban no daban solución a la terrible encrucijada en que se hallaba metida. Intuyó claramente cuál podría ser una salida interesante y decidió luchar por ella en los últimos años de su vida, convencido de la clave principal para que la civilización gane en niveles de bienestar: esta radica en el desarrollo espiritual del ser humano individual y social, lo cual incluye una decisión y una lucha contra las fuerzas negativas que llevan al hombre a metas deleznables, a dejarse guiar por la codicia, la avaricia, el ego y la visión reducida de corto plazo.
En el campo profesional Stenka se convirtió en un gran elaborador de tests psicométricos, habilidad derivada de su gusto por las matemáticas y la psicología. Aprendió mucho sobre el ser humano, debido a crisis familiares que le tocó sortear y al trato permanente con familias a las cuales guiaba como psicopedagogo. Quizás fue esta habilidad la que lo llevó a ser escogido como uno de los agentes apropiados para cumplir las misiones que aquí están implícitas.
Ocurrió que, estando de turista en la basílica de San Pedro, luego de haber sentido un vacío muy grande al no haber encontrado algo que lo llene el corazón en ese lugar, antes de ya abandonar aquel templo, decidió colarse en la capilla del Santísimo Sacramento, donde ingresó por curiosidad. Una vez adentro, por alguna razón difícil de explicar rompió en un llanto prolongado, incontrolable y cuando recién logró serenarse sintió en su interior tres pedidos muy fuertes, claros, nítidos, imposibles de no recordar. Una Voz, que tan solo él escuchaba, pero que era clara y potente le pidió que llevara a cabo cinco misiones, que se resumen como sigue:

Deberás realizar un Test, al que llamarás el Test del Alma. Será un instrumento para medir las conciencias de las personas y su desarrollo.
No deberá ser utilizado por religión alguna en particular, sino por todas las que deseen que sus miembros crezcan y aprendan a confrontarse con la verdad. No me refiero a la verdad conceptual, dogmática, sobre cuyas bases se asienta la fe, sino a la verdad de aplicación práctica de esa fe, de la doctrina de cada uno. No solo deberás apuntar a las Iglesias, sino a las corporaciones, logias, mafias, organizaciones del bien y del mal, asociaciones, servicios secretos, Estados, ejércitos, grupos terroristas, otros movimientos y a todas aquellas personas o grupos de personas que deseen romper las cadenas que los atan en un mundo sin mayor relevancia, sin proyección trascendente, como si la muerte no existiera y sus anhelos locales fueran los únicos.
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Este Test deberá llevar un detector de mentiras, pues por mecanismos de defensa es posible que no se responda con la verdad, al menos las primeras veces. Los resultados deberán ser presentados en colores y quienes pretendan servir de guías después de los resultados, o prestarse para las retroalimentaciones, deberán estar debidamente capacitados en el manejo de interpretación del Test, más allá de la preparación dada en su propia organización.
Antes de que puedas hacer el Test, deberás escribir un libro, al que llamarás Gotas de Agua Viva;
Será una especie de manual sobre el que se basará el test y en el deberás narrar lo que te ha sucedido para poder llegar a cumplir la misión. La idea es que el Test del Alma genere confianza, que no sea visto como un instrumento sesgado, por más que haya sido concebido para su inicio en la Basílica de San Pedro.


Te pido que luches por la unión de las religiones cristianas, al menos en los puntos medulares, que deberán unir a todas.
Te pido además, con urgencia vital para estos tiempos, que busques algún camino para que se atenúe el rechazo del pueblo judío hacia el nombre de Jesús y su tarea mesiánica. No veo necesario que se haga énfasis en los puntos divergentes, sino que hay que tratar de hacer fuerza para solidificar y reforzar las congruencias.
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Las Escrituras se prestan para mucha manipulación, sea de afinidades o de contradicciones. Por consiguiente, utilizarlas para discrepar es un enorme desatino. Las discrepancias deberían girar no en torno a los conceptos sino a los testimonios de vida. No se llegará jamás a acuerdos acerca de una doctrina pura, sus exégesis, traducciones e interpretaciones. Pero sí se puede intentar centrarse en la esencia conductual del evangelio, de la Torah, para crear lazos de unión en el amor, en la entrega, en la búsqueda de la justicia, en la empatía y en la práctica de las demás virtudes asentadas en las Gracias que provienen del Espíritu Santo. Ha llegado el momento de dejar las pequeñas diferencias a un lado, pues lo grandioso, lo que realmente cuenta es la Verdad Contundente de la conexión que ha significado mi pasión para que mi Padre pueda derramar el Espíritu Divino en el interior de los seres humanos, en el camino de vida que ha significado mi existencia, en los canales de acceso a la eternidad que dejan habilitados mi muerte y resurrección. Lo hermoso de la vigencia de este sacrificio de amor anula las pequeñas contradicciones dadas por interpretaciones distintas a los diversos pasajes sagrados. Entre las diferentes Iglesias cristianas e incluso con las judías deberá reinar la armonía, debiéndose poner un énfasis principal en la circuncisión del corazón y en los mandamientos del amor dados en el libro de Levítico y refrendados luego en los evangelios. El pueblo judío y toda la casa de Israel deberán aceptar esta realidad desbordante. Pero para que ello pueda darse, la metodología de apostolado deberá ser muy distinta a la utilizada en el pasado, de la empleada actualmente, ya que la misma tan solo ha dado lugar a pugnas. No es el lenguaje de confrontación lo que se requiere. El utilizar y contraponer uno u otro texto de la Torah o del Canon Bíblico para demostrar que cada quien tiene la razón es un absurdo. Si las escrituras del pasado dan logar a divergencias habrá que utilizar los renglones que escribe en las almas actúales el Espíritu Santo, para que sea el testimonio de la Circuncisión del Corazón el que hable de manera elocuente.
Busca un camino para que TODOS puedan acudir a la Santa Cena o a la Eucaristía y de que reine un espíritu de unidad entre los fieles que se congregan.
Este vaivén de tener que confesarse para poder comulgar, aunque lo impulsa la misma doctrina católica, es poco aplicable debido a la escasez de sacerdotes. Esto genera una cadena de sobresaltos en el crecimiento espiritual, ya que la confesión se la hace sin un propósito de crecimiento serio, enfocada a poder comulgar y basada muchas veces en el temor a la condenación eterna. El alma jamás se irá limpiando si no dejamos que penetre con enorme serenidad y fe en la auténtica Gracia de Dios.
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La confesión paulatina debería asemejarse más a un proceso incremental continuo, con sus altibajos, por supuesto, pero que se graficaría como una pendiente ascendente constante. Actualmente es una acción que se graficaría como el electroencefalograma de una persona en estado de epilepsia, con picos pronunciados pero que no lleva una tendencia hacia arriba. Es que hemos venido practicando el proceso del perdón y del crecimiento, del acercamiento a Dios, de una manera epiléptica, con avances muy reducidos en la fe. El sentimiento de resurrección debe darse de manera sostenida. Lejos de dar una sensación de azar, de apostar a la ruleta, de un pánico y mito sacramental, debe generar la convicción de que así será y de que se está andando en el camino correcto; así esta postura no sea muy rentable en términos económicos y de dependencia. Dios es un ser lleno de misericordia, pero desea que participemos del camino que se nos abrió con la Cruz y Resurrección de Cristo, de una manera armoniosa. Más que apuro por el sacramento debería primar un gran respeto hacia los mandamientos de la caridad, hacia lo que representa el Dador de Vida en nuestra existencia, pero sin que esto implique un pánico inducido que opera en desmedro de la misma naturaleza de la fe, que debería ser de confianza total en Dios. Es por este mismo error en la concepción que las malas prácticas de la Iglesia han perdurado por años, que se ha sometido a los fieles a tormento y esclavitud, que han aumentado los poderes de la Iglesia, cuando el verdadero sentido de un sacramento no debería ser obligatorio, sino que debería fluir para realizarse cuando se dé una conexión y las circunstancias lo permitan.


Es necesario que se alabe y pida principalmente al Padre Celestial.
Sé que la mayoría de los cristianos creen en Dios Trino y Uno, que en otras iglesias cristianas se tiene una visión unitaria de Padre e Hijo y que los judíos ven como idolatría al hecho de que los gentiles acudan a Jesús como mediador o salvador. Sería más didáctico y amigable dejar el poder de la resurrección en manos del Padre, enfocando la obediencia y entrega de Cristo, todo su proceso de renuncia y crecimiento colocándolo en el plano humano, para que así puedan aprender a amarlo los hermanos que ven como idolatría el enfocar su naturaleza divina durante su paso por la tierra.
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Se podría dejar su naturaleza divina para después de la resurrección y para antes de venir a la tierra, como lo describen varios pasajes de la escritura. De esta manera se evitaría quedarse con la imagen de un Jesús que desafió frontalmente al Sanedrín, como lo describen los evangelistas, para pasar más bien a enfocarlo como el precursor de un camino en el cual todos estamos llamados a resucitar. ¿En qué puede ofender a Jesús que los fieles se dirijan principalmente al Padre Celestial? Si no es parte de la Trinidad, pues Él lo aceptará como una gran verdad y si lo es, entenderá que el pueblo judío no está haciendo otra cosa que cumplir con sus mandamientos y creencias. Lo importante es que empiecen a aceptar a esta Presencia, descrita desde antes por muchos profetas, que lo miren con amor y que alejen de su corazón todos los sentimientos de desprecio. Ha llegado el momento en que todos deberán acudir a mi nombre con reverencia, amor, gratitud, pues el Padre mismo me ha glorificado y yo a Él. El ser radicales en la creencias muchas veces pierde sentido, ya que el amor debe estar por encima de los dogmas o ser compatible con ellos y cuando se cae en una defensa cerrada de los mismos, no se avanza gran cosa en el crecimiento espiritual propio ni ajeno, sino que se atenta contra los mandamientos del respeto y de la caridad, que son los que deben prevalecer.
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